Onsen en Japón ♨️
¿Alguna vez tuviste la sensación de estar viviendo un sueño? Eso fue lo que nos pasó cuando visitamos Kinosaki Onsen
En pleno invierno japonés tuvimos la increíble idea de sumergirnos en la montaña en busca de vivir un experiencia tradicional japonesa: Los baños termales. Onsen, como se llaman allá.
Salimos el sábado bien temprano desde Kioto en tren hacia Kinosaki. Tomamos un desayuno de un bakery francés de la estación y un café caliente para contrarestar el frío que hacía. Subimos al tren desde Nijo Station que durante 2 horas se adentraría en las montañas japonesas, cruzaría la isla desde el centro al noroeste y nos dejaría en Kinosaki Onsen, al borde del mar japonés.
Kinosaki era magia. Un pueblo de mar y montaña cruzado por un pequeño río que te regala puentes y postales bellísimas a cada paso.
Ese sábado llovía, por momentos nevaba, hacía mucho frío y era aún muy temprano para hacer el check in en el hotel que habíamos reservado, de modo que buscamos calor y reparo almorzando algo rico en un izakaya. Fue la mejor sopa Miso que comí en toda mi vida.
Fuimos al hotel, habíamos reservado en un ryokan, un hotel tradicional japonés que incluía las entradas a todos los onsen del pueblo. Dejamos los zapatos en la recepción y nos llevaron a la habitación.
¿Cama, qué es eso? Los japoneses tradicionales duermen en Tatamis, que son unas camas que se arman cada noche y se desarman cada mañana. A simple vista parece incómodo, pero las mejores noches de sueño las tuvimos durmiendo en tatami.
Una señora de unos 70 y pico de años era nuestra host del hotel. Ella se encargaba de que nosotros tuviéramos todo lo que necesitamos. Inmediatamente llegamos, nos sirvió matcha (te verde), nos dió unas yukatas y nos enseñó a usarlas.
Hablándonos con gestos,casi como jugándo al dígalo con mímica, nos indicó el recorrido de Onsen que nos convenía hacer y que la cena estaría lista a las 8 de la noche.
Afuera había empezado a nevar fuerte. Nos vestimos con los yukatas (y solo con los yukatas. If you know what I mean), nos pusimos botas de lluvia que nos dieron en la recepción y salimos a por los baños termales.
La señora nos los había ordenado por temperatura del agua. Así que empezamos con el más fresco, que era prácticamente el infierno en una pileta pero después de unos minutos fue super reconfortante, relajante y necesario en medio de nuestro tan caminado viaje.
Salimos para ir al siguiente y con el calor que llevábamos en el cuerpo, el frío parecía menos frío. Las yukatas eran más que suficiente abrigo hasta que llegaramos al próximo Onsen, unas cuadras más alejado.
Visitamos 3 Onsens más y volvimos al hotel muertos de hambre en busca de nuestra tan deseada cena. Ni bien llegamos, vino la señora con una enorme bandeja y empezó a bajar a la mesa platos, platitos y más platos y platitos hasta que prácticamente la cubrió. Nos dejó: Sopa Miso, Una pequeña parrillita con hongos y carne Kobe para cocinar con una velita, Una ollita (tipo hornito)para hacernos nuestro propio Udon, cangrejo crudo, cangrejo hervido y por supuesto cantidades enormes de arroz.
En una de las veces que volvió para traernos más comida, me retó porque no comía más y en nuestro lenguaje de señas le expliqué que ya estaba llena. Me miró sin poder creerlo, casi refunfuñando y todos los platos de mi lado de la mesa, se los acercó a Bruno, al mismo tiempo que le lanzaba una mirada tierna, cómplice y amenazadora para que coma todo lo que había traído. Claro que así fue.
Esa noche dormimos como nunca y a la mañana siguiente al ver por nuestra ventana descubrimos un paisaje completamente distinto al que habíamos visto el día anterior.
Amanecimos y la ciudad estaba completamente cubierta de nieve. Era un amanecer blanco y radiante en un pueblo de montaña a orillas del mar en pleno Japón. Nos tuvimos que pellizcar para asegurarnos de no estar realmente en el paraíso porque, para nosotros, era lo más parecido que nunca había visto...
Reglas de etiqueta para ir a un Onsen y no fallar en el intento
No está de más aclarar que si bien para nosotros es una atracción y algo nuevo, para ellos es una de las cosas más tradicionales de su cultura. Hay Onsens en todas las ciudades y los japoneses los visitan con frecuencia y normalidad.
No hay fotos de los onsens porque allí se entra desnudo y solamente con una toallita más chiquita que una toalla de mano.
Están separados por onsen de hombres y onsen de mujeres. Al ingresar, te tenes que desvestir (sacarte la yukata) en una antesala en donde hay lockers, dejar tus pertenencias e ingresar.
Al ingresar, todo es vapor, agua y gente desnuda charlando relajada en un baño termal. En alguna de la paredes laterales hay banquitos y duchadores con jabón, shampoo y enjuage. Uno debe bañarse antes de ingresar a la pileta en donde no está para nada bien visto, sumergir la cabeza.
Las chicas no pueden ir si están indispuestas y hemos leído que si tenes tatuajes muy grandes, puede que te miren un poco mal.
Dicen que donde fueres, haz lo que vieres. Y exactamente eso mismo les recomendamos. Vayan, vean los pasos que siguen, pregunten y copien. No podría salir nada mal si uno respeta las tradiciones y culturas del otro.
Si vas a Japón y tenés la posibilidad, no pierdas la oportunidad de ir a un Onsen. Para nosotros, nuestra visita a Kinosaki Onsen fue mágica, un sueño hecho realidad, que volveríamos a repetir sin dudar un segundo...
#ViajeTerrenal